En estos momentos estoy en el pueblo de Ruben con su familia. Son todos encantadores y me lo estpy pasando muy bien, con la salvedad de su hermanastro, que es una mala persona del que os tendré que hablar un día y cuyo nombre ya está incluido en mi famosa lista negra, pero esa es una historia que debe ser contada en otra ocasión.
Al grano. Papá Noel me ha traído unos pendientes. Bueno, de acuerdo, no ha sido Papá Noel, ha sido mi novio. El tema es que detesto los pendientes. Son un engorro. Me gustan mucho pero me parecen incómodos, porque siempre he llevado el pelo muy largo y se me enganchan con todo. Con la melena,con la bufanda... pero como ahora llevo el pelo corto he decidido darles una oportunidad y no me molestan nada, así que igual me los dejo puestos todo el tiempo (excepto para dormir, claro).
Me extendería más, pero me da mucha pereza escribir con el móvil, aparte de que el navegador que lleva es mediocre y la pantalla de edición se ve bastante mal.
martes, 29 de diciembre de 2009
De vacaciones
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2 comentarios:
A mí me encantan los pendientes y sin embargo hace como un año que no llevo...manías :S justo al contrario que tú!
Un besazo!
Pues a seguir disfrutando en el pueblo. Yo llevo unos pendientes chiquitines hasta para dormir. A veces me pongo otros más grandotes para variar, pero con estos no duermo jeje
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